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El statu quo: significado e historias del Santo Sepulcro de Jerusalén

Emma Garroni28 marzo 2025

El Status Quo en Jerusalén es similar a una regulación de condominio, donde cualquier equilibrio es precario, resultado de antiguos acuerdos y reglas compartidas entre las denominaciones cristianas.

En este lugar encuentra sus raíces y sus razones: en la encrucijada de culturas, religiones, pueblos que constituyen la esencia de la milenaria Ciudad Santa.

El Santo Sepulcro encarna más que ningún otro lugar su alma inclusiva y contradictoria, rígida y proactiva al mismo tiempo. En este artículo exploraremos juntos algunos elementos y hechos poco conocidos que ilustran, emblemáticamente, cómo en algunos casos las reglas de hierro del Status Quo han dado lugar a debates y episodios memorables, a veces surrealistas, haciendo del Santo Sepulcro un símbolo vivo de fe, convivencia y diversidad.

¿Qué se entiende por Status Quo?

El statu quo en Jerusalén es un pacto de siglos de antigüedad, que se remonta a negociaciones y concesiones históricas, que ha regido la gestión y el mantenimiento del Santo Sepulcro desde 1852. Este acuerdo establece derechos y responsabilidades para las diversas confesiones -ortodoxos griegos, latinos, armenios, franciscanos, coptos, etíopes y otras pequeñas denominaciones cristianas- para que cada una pueda ejercer sus funciones litúrgicas y administrativas en un contexto de respeto mutuo.

Esta división de roles, si bien es un mecanismo necesario de convivencia, trae consigo una complejidad que se traduce en reglas precisas y a veces muy rígidas, hasta el punto de rayar en lo absurdo, capaces de desencadenar disputas hasta en los detalles más mínimos.

El suelo en disputa

El suelo mismo del Santo Sepulcro, recorrido cada día por centenares de fieles, turistas y peregrinos, esconde grietas unidas por el deseo de encontrar un equilibrio: sin embargo, no siempre es fácil mantener intacto este equilibrio.

Cada una de las comunidades religiosas de la Basílica tiene derechos exclusivos sobre ciertas áreas del piso: la entrada al edículo es administrada por los ortodoxos griegos, los católicos se encargan del mantenimiento y los armenios poseen derechos sobre algunas celebraciones litúrgicas. Este compartimento de espacios no solo garantiza una gestión compartida, sino que se convierte en un símbolo de la complejidad del Status Quo: el suelo del santuario está atravesado por una red de líneas imaginarias, invisibles pero claramente tangibles en las posibles consecuencias de su violación.

El statu quo en la gestión del suelo del Santo Sepulcro
El suelo del Santo Sepulcro

En particular, el mantenimiento del suelo es un tema particularmente delicado: cada intervención, incluso la más pequeña, debe ser coordinada y aprobada por todas las partes involucradas. Una restauración que no es compartida podría dar lugar a disputas prolongadas, hasta el punto de que en algunos lugares se notan suelos desgastados o incluso inestables: cuando en realidad no es posible tomar una decisión común, en lugar de romper el necesario pacto de unanimidad, es preferible, ¡y más seguro! – Dejar que la zona se deteriore.

La escalera abandonada

Apoyada en una ventana de la fachada exterior del Sepulcro ha habido, durante siglos, una escalera. Una escalera banal de madera clara, de las que se usan para trabajar. Nadie sabe quién lo puso allí: lo cierto es que ya no se puede mover de allí.

Las primeras noticias de su presencia se remontan a 1728, año en el que se realizó una litografía que la retrata en su lugar habitual, inamovible. En 1997 la escalera desapareció misteriosamente durante unos días: el evento se convirtió inmediatamente en una mecha que amenazó con encender la atmósfera, hasta que poco después se encontró exactamente en su lugar.

El statu quo en la escalera inamovible del Santo Sepulcro
La escalera inamovible del Santo Sepulcro

La escalinata del Santo Sepulcro se ofrece a los ojos de los transeúntes como símbolo y advertencia tangible de la precariedad de los equilibrios en un crisol como Jerusalén, y del extremismo de los compromisos a los que, a veces, es necesario llegar. Junto a ella hay una pequeña porción del tejado disputada entre etíopes y coptos: a intervalos recurrentes, un monje copto y un monje etíope se colocan en una silla en un punto determinado del edificio, para reclamar la posesión de ese lugar.

En 2002 ocurrió un incidente, aparentemente mínimo, pero potencialmente explosivo: un monje, sentado para reclamar los derechos de su confesión, movió su silla lo suficiente para perseguir a la sombra, escapando de los rayos del sol abrasador de agosto. El gesto fue interpretado por la facción contraria como una violación de las reglas acordadas: estalló una pelea que llevó a once personas a las salas de un hospital.

Peleas entre monjes

Aquí se abre otro capítulo increíble en los acontecimientos del Santo Sepulcro: las peleas entre monjes, más frecuentes de lo que uno podría imaginar en un principio.

Ya en 1757, durante el Domingo de Ramos, estalló una violenta disputa entre los monjes ortodoxos griegos armados con garrotes y palos, y los franciscanos, que se vieron obligados a abandonar el lugar. Los objetos votivos (lámparas, alfombras y otros símbolos de fe) fueron dañados, convertidos en armas o incluso robados, lo que llevó a una redistribución de los derechos y a los equilibrios internos.

El statu quo en las reyertas entre frailes y monjes en el Santo Sepulcro
Reyertas entre frailes y monjes en el Santo Sepulcro

Los estallidos de violencia han seguido extendiéndose a lo largo de los años y los siglos: uno de los últimos tuvo lugar en 2008, con el estallido de una violenta pelea entre monjes ortodoxos armenios y griegos durante la preparación de la ceremonia del Fuego Santo. Durante la Pascua ortodoxa griega, de hecho, las tensiones se exacerban aún más: la gestión del lugar y de sus ceremonias, de los equilibrios que sostienen la coexistencia de tantas comunidades diferentes, es un desafío que se cierne sobre los muros del Santo Sepulcro desde hace milenios.